Me gusta pensar con lógica. Aunque mi lógica muchas veces se bañe de un razonamiento absurdo o impulsada por mi bien ganada subjetividad humana. Todos tenemos una forma particular de asumir nuestra ciencia. Que sigo pensando que no es exacta en todos los campos. Es variable. Se transforma. Pasa de contemplar lo inexplicable y dejárselo a obra de una mano divina a la mundanidad de una explicación de encuentros y desencuentros de átomos. Hace 20000 años creíamos que la lluvia era mandato de Dios o dioses. Hoy sabemos que es un proceso químico de gases. Hablamos de OVNIS o fantasmas, Debatimos sin son reales o producto de alucinación o imaginación. Quizás mañana por fin sepamos que la explicación a la existencia o no de los mismos es más simple de lo que pensamos. Llegándose a explicar en las escuelas básicas.
El hecho de que la ciencia, al día de hoy, no haya podido explicar algo contundentemente, no quiere decir que no exista o sea absurdo. Incluso no quiere decir que mañana no lo hará. Llevamos siglos en eso. Investigando, cuestionando y descubriendo. Para creer y dejar de creer.
He creído y dejado de creer en infinidad de cosas a lo largo de mi vida. Algunas porque perdieron vigencia. Otras porque la madurez no les permitió ocupar mas espacio. Y otras tantas porque simplemente sobrepasaron el límite entre lo utópico y lo irreal.
En alguna época de mi vida me jacté de tener un pensamiento político de tendencia de izquierda. Hoy en día, lo recuerdo como una ideología hippie donde reinaba la igualdad de oportunidades y derechos. Pero impuesta en Latinoamérica y otras regiones subdesarrolladas por auténticos gorilas autoritarios, principalmente militares. Paulatinamente comencé a cuestionarme si soñar con ese mundo de paz y buena vibra compaginaba con idolatrar a tipos de fusil en mano como el Ché Guevara, Fidel o Chavez que no la han pensado 2 veces para fusilar, exiliar, perseguir y joder de cualquier forma a sus rivales (aquellos que piensen diferente). Y se que muchos los siguen viendo como los tipo héroes, valientes, atrevidos y soñadores. Claro! Con todo un país a sus pies, un fusil en el hombro y toda una maquinaria de propaganda encargada de difundir una imagen de justiciero, cualquiera es atrevido y soñador. Hoy en día, en mi mundo, o es una cosa o la otra. Apoyas la lucha armada o crees en el diálogo y el crecimiento humano. En mi razonamiento: O crees en la paz y el desarrollo integral social o crees en los militares.
De la misma manera me autodefinía como rockero en mi adolescencia. Otros golpes sucesivos y constante de la experiencia me llevaron a decretar que no existe ritmo musical que me defina. Sería como reducir toda mi naturaleza humana a unos acordes o a los caprichos de un compositor atormentado. No lo aplico pero sigo convencido que es un buen discurso para levantarse niñas distraídas o con poco criterio. Sólo escojan el género que le guste a la chica, apréndanse lo lugares comunes usados en la jerga (rock, reggae, hip hop, vallenato, etc) y espere resultados. Ya no lo uso porque no busco niñas. Me interesan las mujeres.
Otra fue el proclamar a los cuatro vientos que era ateo. Ya no los soy. Creo en una fuerza o energía infinita que mantiene el orden en el caos universal. Pero no abrazo a ninguna religión o profeta. Mi naturaleza humana tampoco voy a reducirla a un libro. Mi relación con Dios (o Diosa) no admite intermediarios. Lo de antes fue un desencuentro que he solucionado por mi mismo. De este tema no hablo con cualquiera. Honestamente acepto, tolero y hasta me interesan mucho las conversaciones de altura sobre religión. Pero en el momento que alguien me suelta los célebres:”Estas equivocado”, “estas confundido”, siento que el diálogo constructivo se acaba para dar paso a un largo sermón de por que no iré al cielo y otras amenazas post mortem. En otras palabras, escojo bien con quien toco el tema ya que acepto plenamente el derecho ajeno de creer en una religión pero quienes acepten y toleren mi visión teológica son uno en millones. No es un lamento. Es un hecho comprobable cada día y con el que aprendí a lidiar sanamente.
Y sigo cambiando. Sigo creyendo. O no creyendo. Evolucionando en muchos aspectos. Retrocediendo en otros tantos. El hecho de que hoy no crea en algo no quiere decir que mañana no lo haré. Igualmente hoy puedo creer en algo y ya mañana considerarlo un absurdo. Todos estos cambios son dados según mis decisiones y acciones. La edad y la dignidad me impiden lloriquear reclamando las injusticias de una sociedad que no me comprende. La sociedad no está obligada a aceptarme. Puedo adaptarme a ella. Pero sólo un ególatra podría pedir que el mundo cambie para complacerlo. Podemos contribuir a mejorarlo. Pero no a transformarlo según nuestros caprichos. Después de todo, quizás mañana deje de creer en eso.