Lo de derechita cobarde se escucha normalmente en y forma parte del vocabulario izquierdoso europeo. Este epíteto lo escucho mucho en España. Y siento que tiene una pesada carga de verdad. A la derecha le da mucho miedo definirse como lo que es. A la izquierda no y no le importa.
Sin alternativas que puedan atraer a las masas, la izquierda ha ido arropando casi todos los aspectos sociales de Occidente con un buenismo bien gerenciado y administrado, aunque sus verdaderas prácticas en el poder estén ampliamente documentadas. Hay que recordarlo, el socialismo y el comunismo son tan humanistas que siempre hay que imponerlo en las sociedades en base a fusiles, hambre, persecuciones, muertes, enfermedades, mentiras, desapariciones, destierro y exilio.
La izquierda cuenta con amplios recursos económicos, suficientes para adquirir medios, generar matrices de opinión, crear caos y desinformación en países que intentan la vía del liberalismo, controlar la educación por medio del control de ministerios de educación y universidades, además de una estrategia a largo plazo consensuada y adaptable acorde a las nuevas tendencias. No es causalidad que ya no los veamos hablar de derechos de obreros y campesinos. Lo que vale es la defensa de colectivos minoritarios, oprimidos o abandonados a su suerte por su identidad humana. No importa que el Ché haya sido racista y homófobo, su capacidad de mutación es tan efectiva que pudo lograr la venta masiva de camisetas del guerrillero en desfiles LGBT.
La veneración a dictadores y genocidas solo es bien vista dependiendo de la ideología. Y eso siempre va a estar mal.
Por otro lado tenemos a una incierta identidad de derecha o con tendencias liberales. Viven del pasado, de los apellidos, del abolengo y funestamente del qué dirán. Defendiendo instituciones que ya no calan en la población como la Iglesia católica y evangélica. Llenos de prejuicios a cosas tan elementales y cotidianas como un simple tatuaje o las inquietudes de las nuevas generaciones. En muchos casos despreciando las grandes capacidades de nativos digitales como la generación millennials y posteriores. Atados al conservadurismo con la firme creencia de que cualquier época victoriana fue mejor. Algo que los hace sentirse seguros en su feudo, pero completamente inútil para la búsqueda y ejercicio del poder.
Vemos como se habla libremente de ultraderecha, pero la ultraizquierda nadie la menciona. Los adjetivos son importantes en la comunicación. Los discursos enrevesados y ultra académicos se ven muy bien en los auditorios universitarios pero están completamente desconectados del lenguaje y entendimiento del ciudadano común. Podemos pasar años criticando que las masas no leen, cuando en realidad lo hacen, más que en cualquier otra época de la humanidad. Con la diferencia de que ahora leen otras cosas. Siempre ha habido textos buenos y malos. La diferencia está en cómo se los muestras a la gente. Y si esa muestra no es atractiva y tiene un poco de exclusión, no les tocará más que seguirse masturbando con sus propios pensamientos y elevadas elucubraciones.
Para la búsqueda del poder no es suficiente con tener la razón, hace falta imponerla ganando adeptos por las buenas, con empatía, flexibilidad y estrategia.
Artistas, políticos, deportistas prefieren definirse como nini antes de reconocer al capitalismo como la única vía para solventar desigualdades económicas y aumentar la movilidad social de los individuos.
Les da vergüenza definirse de derechas por miedo al masivo escarnio público. Por miedo a fantasmas de pasados. Mientras la izquierda habla de Cuba como paraíso turístico y guarda silencio ante la barbarie contaminante de China al medio ambiente, las aberraciones contra la población de los gobiernos de Corea del Norte, Venezuela o Nicaragua, así como los desmanes desmanes misóginos y homófobos del régimen iraní y ruso, así como los brotes de xenofobia contra los migrantes venezolanos provenientes de facciones izquierdistas de Panamá, Perú, Ecuador y Chile. Vergüenza por un pasado, orgullo por un presente de tiranos. No tiene sentido. O sí lo tiene, comprado por grotescas sumas de dinero provenientes de gobiernos dictatoriales del socialismo africano y el petróleo venezolano. En tiempo presente y en vivo y directo. Todo siempre restregado en nuestras narices y sin respuesta.
La derecha está estancada en el siglo XIX en el aspecto social. Es incapaz de mirar el futuro con un método que pueda atraer a las masas por medio de un mensaje de verdadera irreverencia y libertad. Del respeto al individualismo. De facilitar la prosperidad.
No es capaz de redefinirse y reinventarse como sus poderosos adversarios. Está paralizada por el peor miedo. El miedo a sí mismos y a la evolución. Y todo lo que no evoluciona, se extingue.
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