> El Blog de Rubencho: diciembre 2016

Fotografías curiosas de grandes artistas

El Maestro de la luz Armando Reverón pintando en un peñero en La Guaira
El Maestro de la luz Armando Reverón pintando en un peñero en La Guaira


Mick Jagger sonriendo sin saber por qué junto a Bob Marley y Peter Tosh en 1978.
Mick Jagger sonriendo sin saber por qué junto a Bob Marley y Peter Tosh en 1978.


Salvador Dalí era aficionado a fútbol y acá lo vemos con su bufanda del Barcelona F.C.
Salvador Dalí era aficionado a fútbol y acá lo vemos con su bufanda del Barcelona F.C.


Ernest Hemingway dándole duro a la bebida en algún bar de La Habana
Ernest Hemingway dándole duro a la bebida en algún bar de La Habana


El gran Freddie Mercury cantando We will rock you en los hombros de Darth Vader (1980).
El gran Freddie Mercury cantando We will rock you en los hombros de Darth Vader (1980).



John Lennon, Mick Jagger y Yoko Ono improvisando canciones en el piano (1972).
John Lennon, Mick Jagger y Yoko Ono improvisando canciones en el piano (1972).


Tres leyendas del metal en una foto de 1989. James Hetfield, Ronnie James Dio y Axel Rose.
Tres leyendas del metal en una foto de 1989. James Hetfield, Ronnie James Dio y Axel Rose.


Mark Twain en una partida de su pasatiempo favorito, el billar. (1908).
Mark Twain en una partida de su pasatiempo favorito, el billar. (1908).


Oscar Wilde en toda su gloria desafiante y provocadora.
Oscar Wilde en toda su gloria desafiante y provocadora.


Picasso era muy apegado a su perro Lump. Era infaltable a la hora de comer. (1957).
Picasso era muy apegado a su perro Lump. Era infaltable a la hora de comer. (1957).


Rómulo Gallegos junto al poeta Andrés Eloy Blanco en 1948.
Rómulo Gallegos junto al poeta Andrés Eloy Blanco en 1948.

¿Cuál es tu precio?

rieles de tren entrecruzados

Todos tenemos un precio. Nos ofendemos solo porque no nos dicen la cotización correcta. Tal vez porque el canje es desproporcionado o la moneda es insuficiente.
Todo es negociable. Y es normal que esta idea te produzca rechazo porque de inmediato lo asocias con dinero. Pero no todo negocio se tranza en monedas. En ocasiones hemos entregado creencias a cambio de momentos de tranquilidad. Por orgullo nunca lo reconoceremos, pero ese fue nuestro precio.
Seguramente hayas conversado con alguien sobre cosas que no haría ni por todo el dinero del mundo. Pero si revisas tu historia, seguramente hayas terminado haciendo algo peor, cosas pequeñas acumuladas a lo largo del tiempo, o unas cuyo recuerdo te acompañará el resto de la vida. Y gratis.
Piensa por un momento en esas cosas que dijiste que nunca harías. ¿Golpear a un anciano por ejemplo? ¿Un asesinato? ¿Negar tu fe religiosa? ¿Tener sexo con alguien que no te agrada, ni te atrae, ni es acorde con tu orientación sexual? ¿Votar por el PSUV? ¿Ponerte una franela del Caracas?
No, nunca haríamos eso. Somos los buenos. Los bien portados. Pero ¿Y si el anciano intentó abusar de tu hijo sexualmente? ¿Y si el asesinato de un secuestrador significa la libertad de tu madre? ¿Que tal si por el simple hecho de negar tu fe, salvas a tu familia de una maldad de ISIS? Vamos, la franela del Caracas te brinda la oportunidad de pasar desapercibido contra los tipos que te andaban buscando en el estadio.
Ahora tal vez digas que esos casos son diferentes. Extremos. No, ese no es el punto. El punto es que estas circunstancias podrían ser tu punto de quiebre. El peso que te hace inclinarte y volver al inicio de este escrito. Ya no puedes decir que NUNCA harías algo así porque SIEMPRE habrá una situación hipotética que te haga recular y reconsiderar tu postura. Nuestras creencias y convicciones tienen un costo. Todos nos aferramos de distinta manera a ellas. No con todas, con algunas nos daremos el permiso de flaquear. O el gusto, dependiendo del caso. 
Busca dentro, muy adentro, sin cegarte cuál sería esa circunstancia donde tu piso moral y ético se derrumbaría. El sacrificio de la dignidad y el pudor ¿que precio tendría? ¿Dinero? ¿poder? ¿belleza? ¿fama? ¿hambre? ¿familia? ¿ego? ¿amor? ¿salvar la vida? Es divertidamente sórdido hacer estos experimentos de consciencia. 
Tu, al igual que yo has pasado algunas noches pensando en esto antes de dormir. Sígue hablándolo contigo porque quizás nadie entienda. O no logres conseguir las palabras para expresarlo. Mientras consigues a alguien con quien compartirlo, habla con tus demonios, conócelos, dómalos.  Así no te llevarán con los ojos vendados al limbo. Y tal vez aprendas  a comprender y perdonar a quién se dejó llevar por ellos.

¿Por qué se van? ¿Por qué se quedan?

Viajeros con sus maletas esperando para abordar en el Aeropuerto de Maiquetia. Venezuela

No es valiente el que se queda. No es cobarde el que se va. Ni viceversa. ¿Cuántos se han ido queriendo quedarse y cuántos se han quedado queriendo irse? El migrar a veces se sale de nuestras manos. Cada quien escoge su propia pelea.
Se de mucha gente que se quedó porque no tienen el dinero, se lo robaron. O se les enfermó un familiar significativo. O porque de corazón creen que el cambio puede estar cerca y ellos serán parte de eso. Los respeto.
También hubo gente que se fue, aún teniendo pensado quedarse. Ya sea por un encuentro traumático con el hampa. Un robo violento, un secuestro, amenazas, chantajes. O son acosados por el gobierno, policía, militares o racionadores de comida (si, lo sé, es lo mismo).
Saquemos de esta cuenta a todos aquellos, del bando que sea, que se dan golpes de pecho por el arpa, cuatro y maracas pero sus hijos nacen en EEUU y Europa, sobre todo chavistas con plata y muchos de oposición. Ni hablar de los que pasan años rasgándose las vestiduras hablando pestes de los que se van pero en secreto andan reuniendo dólar a dólar para largarse. Otros critican pero es porque la envidia se los come vivos.
He sabido de personas que reniegan de su gentilicio venezolano y asumen otro totalmente. Incuso hasta evitan hablar español. Supe de una que quemó el pasaporte venezolano apenas le dieron la otra nacionalidad. Otros hasta sufren de crisis de ansiedad cuando las circunstancias los obligan a volver a Venezuela, así sea por unos días. No los juzgo, no sé que les tocó vivir. A veces es muy deprimente sobrevolar Maiquetía y lo único que ves son ranchos y decadencia. Otros, por el contrario, hasta se llevan puesto el liqui liqui el día que van a jurar ante la Constitución de los EEUU o la del Reino de España.
Tengo una amiga cuyos hijos se sienten venezolanos, pero los chamos nacieron en otro país y viven en otro. Nunca han tenido la nacionalidad venezolana. Tenerla es un rollo legal súper limitante y les complicaría la existencia innecesariamente a la hora de seguir moviéndose por el mundo. Los trámites legales para mover a un menor de edad venezolano fuera de Venezuela es un dolor de cabeza burocrático clásico del subdesarrollo. Así que su seña como venezolanos se manifiesta por medio de una camiseta vinotinto y una arepa en la mano. Y casos como el de ella se multiplican cada vez más. El regresar al país solo para dar a luz es una necedad si tienes los medios y la situación legal para hacerlo afuera. Pero esa es solo mi opinión.
El permanecer o no en un país solo te quita la identidad, valor o lo que sea, si tu lo decides. Y si te lo quita, pues eso tampoco es cuestionable. En estos temas valoro más la integridad personal que el nacionalismo estúpido y panfletero. Nadie está obligado a aceptar realidades que no lo hacen feliz. Como dicen por ahí, olvida el asunto de las raíces. Muévete. No eres una mata de yuca.

Pecados necesarios


¿Cómo comenzaron ciertas prohibiciones sociales? ¿Quienes decidieron que ciertas palabras eran vulgaridades y otras no? ¿Cuál fue el criterio para decidirlo?
Se puede pecar por infinidad de cosas que nos parezcan absurdas. Pero siguen siendo pecado aunque no las entendamos.
Siendo adolescente falleció una tía (yo no sabía si de verdad era tía o prima de algún abuelo, pero todos le decíamos tía) y yo le tenía mucho cariño. Era una señora que a sus 85 años viajaba sola de Caracas a Valencia a visitarnos. Nunca se cansaba de eso. Lo hizo hasta casi el final de sus días. El punto es que su muerte me dio mucha tristeza y era primera vez que alguien a quien consideraba cercano, fallecía. Como todo adolescente no sabía manejar el asunto. Así que me dio por escuchar música. Mi música. Rock. Heavy Metal para ser más específico. Y alguien de mi familia fue a llamarme la atención por que eso y que era pecado escuchar música ante lo  sucedido. Nunca hubo manera de explicarle que esa era mi manera de pasar mi luto. Lo más irónico es que esa persona no le tenía aprecio alguno a mi tía. Y ya no tiene importancia. Pero eso me sirvió de referencia a los catorce años para darme cuenta que la moral es relativa.
Muchas veces nuestro concepto del pecado viene de la frustración que nos da el no poder volvernos locos y hacer lo que nuestros impulsos nos piden a gritos. Las generaciones anteriores ven mal a las actuales porque se sienten superadas. Porque la edad, las obligaciones, la rutina hacen que veas como escándalo lo que ya no puedes disfrutar. Mucha gente critica a una chica en microbikini o a un joven que dice lo que siente y piensa por YouTube porque están claros de que carecen de la gracia para ellos. Hay gente que se incomoda al ver gente tatuada porque no tienen el valor de expresar arte a través de sus cuerpos. Quienes ven la homosexualidad como una abominación guardan un profundo resentimiento por no poder expresar sus deseos, así que lo transforman en ira y rechazo al que si puede. Y así podemos seguir hablado de gustos musicales, literarios, costumbres de vida. Hay gente que no se atreve a cambiar su ideología política, religión o equipo de fútbol aunque estén conscientes de que son unas porquerías. Se siguen aferrando a sus creencias por orgullo, como si eso los hiciera especiales o puros. Aunque algo en ellos grite y patalee por botar esa camisa de los Tiburones de La Guaira, el rosario, la carrera que estudiaron y la foto de Carlos Andrés Pérez para abrazar nuevos rumbos ideológicos. No, cambiar de equipo es profano, no creer en el catolicismo es de herejes, quitarse el chip adeco-chavista es traición, dejar de ser lo que siempre has sido en toda la existencia, encerrado en cuatro paredes mentales, es malo. Todo lo que te hace libre y humano, es pecado. 
Pero nos gusta el pecado, necesitamos rechazarlo. Y también deleitarnos con el. La lujuria es pecado pero sin ella nos paralizamos. Nos volvemos grises. La ambición es mala en nuestra cultura tercermundista, pero no tendrías el impulso de mejorar tu calidad de vida sin algo que en el resto del hemisferio es una actitud obligatoria para el desarrollo individual y social.
El ser humano necesita pecar para poder conocer sus límites. Experimentar es pecado porque es descubrimiento. Es trastocar el mundo. La evolución es pecado porque no deja nada en pie. Y lo que queda igual se extingue.