Todos tenemos un precio. Nos ofendemos solo porque no nos dicen la cotización correcta. Tal vez porque el canje es desproporcionado o la moneda es insuficiente.
Todo es negociable. Y es normal que esta idea te produzca rechazo porque de inmediato lo asocias con dinero. Pero no todo negocio se tranza en monedas. En ocasiones hemos entregado creencias a cambio de momentos de tranquilidad. Por orgullo nunca lo reconoceremos, pero ese fue nuestro precio.
Seguramente hayas conversado con alguien sobre cosas que no haría ni por todo el dinero del mundo. Pero si revisas tu historia, seguramente hayas terminado haciendo algo peor, cosas pequeñas acumuladas a lo largo del tiempo, o unas cuyo recuerdo te acompañará el resto de la vida. Y gratis.
Piensa por un momento en esas cosas que dijiste que nunca harías. ¿Golpear a un anciano por ejemplo? ¿Un asesinato? ¿Negar tu fe religiosa? ¿Tener sexo con alguien que no te agrada, ni te atrae, ni es acorde con tu orientación sexual? ¿Votar por el PSUV? ¿Ponerte una franela del Caracas?
No, nunca haríamos eso. Somos los buenos. Los bien portados. Pero ¿Y si el anciano intentó abusar de tu hijo sexualmente? ¿Y si el asesinato de un secuestrador significa la libertad de tu madre? ¿Que tal si por el simple hecho de negar tu fe, salvas a tu familia de una maldad de ISIS? Vamos, la franela del Caracas te brinda la oportunidad de pasar desapercibido contra los tipos que te andaban buscando en el estadio.
Ahora tal vez digas que esos casos son diferentes. Extremos. No, ese no es el punto. El punto es que estas circunstancias podrían ser tu punto de quiebre. El peso que te hace inclinarte y volver al inicio de este escrito. Ya no puedes decir que NUNCA harías algo así porque SIEMPRE habrá una situación hipotética que te haga recular y reconsiderar tu postura. Nuestras creencias y convicciones tienen un costo. Todos nos aferramos de distinta manera a ellas. No con todas, con algunas nos daremos el permiso de flaquear. O el gusto, dependiendo del caso.
Busca dentro, muy adentro, sin cegarte cuál sería esa circunstancia donde tu piso moral y ético se derrumbaría. El sacrificio de la dignidad y el pudor ¿que precio tendría? ¿Dinero? ¿poder? ¿belleza? ¿fama? ¿hambre? ¿familia? ¿ego? ¿amor? ¿salvar la vida? Es divertidamente sórdido hacer estos experimentos de consciencia.
Tu, al igual que yo has pasado algunas noches pensando en esto antes de dormir. Sígue hablándolo contigo porque quizás nadie entienda. O no logres conseguir las palabras para expresarlo. Mientras consigues a alguien con quien compartirlo, habla con tus demonios, conócelos, dómalos. Así no te llevarán con los ojos vendados al limbo. Y tal vez aprendas a comprender y perdonar a quién se dejó llevar por ellos.