> El Blog de Rubencho: abril 2017

Adopta un civil



La historia de Venezuela, la que vimos en bachillerato en los últimos cien años (como mínimo), es una conjunción de hechos ligeramente relacionables entre sí, con grandes relatos épicos que emulas más a la Batalla de los Bastardos de GOT y personajes heroicos con trayectorias impólutas, intachables y que rozan la perfección moral, por supuesto acompañado de las botas, chatarreras y el inevitable sable marcial. Esto es, precisamente, lo que más me ha preocupado es en el infinito énfasis en el militarismo por encima de lo civil.
Recorro sitios emblemáticos, grandes proyectos de infraestructura, escuelas, liceos, universidades, que deberían tener nombres de grandes civiles como escritores, poetas, ingenieros, abogados, artistas, educadores y no, en una proporción de cinco a uno, todos llevan nombres de militares. Basta darse una vuelta por el Panteón Nacional para confirmar que el aporte civil ha sido anulado con propósitos calculados.
Pareciera que el aporte civil a la formación del país que conocemos ha sido relegado intencionalmente a un total segundo plano. Da la impresión que esos libros de historia que nos dieron en nuestra formación temprana fueron escritos en cuarteles y no en espacios académicos. Se les reconoce la necesidad de participar en eventos bélicos, pero luego ¿no pasó más nada? ¿Qué negociaciones hubo? ¿Cómo era la sociedad, la medicina, la educación, las costumbres sexuales de época independentista? Tengo demasiadas preguntas que hacer sobre el contexto social de todo el siglo XIX y XX cuyas respuestas apenas tienen pequeños destellos divulgativos. Incluso cuando se reconoce el aporte de mujeres, solo se habla de las que agarraron un fusil y no de las que tomaron los libros o las artes. ¡Es obsesivo!
Se me ocurre que esto no es casual, los militares tienen doscientos años de mandatos largos, todos marcados por periodos de represión y absoluto desprecio por la vida civil, donde se valora más la fuerza que la razón, donde se convence a la gente que la mano dura es la solución inmediata a los males sociales y no el transitar por el largo y difícil camino de formación ética y moral de los ciudadanos. Estamos en una idealización militarista tan enfermiza que nos inculcaron la creencia que ellos eran capaces de ser la solución en toda la gama de funciones de la administración pública y privada. Y se han equivocado una y mil veces, no solo en estos últimos 18 años, sino desde hace décadas. Mira a tu alrededor y tendrás mi evidencia.
Debemos adoptar nuestra historia civil, huérfana y subestimada. La libertad ciudadana comienza por el reconocernos como una fuerza autónoma y con múltiples facetas que no necesitan al arquetipo primitivo del hombre a caballo, de uniforme, pistola al cinto y con nula empatía por el resto de la humanidad. Adopta tu civil y difunde su obra. Quisiera ver muchas más obras que lleven nombres como el de Renny Ottolina, Cabrujas, Aquiles Nazoa, Omar Vizquel, Miguel Peña, Arturo Michelena, Jacinto Convit, Carlos Cruz Diez y todos esos héroes anónimos que fueron médicos de pueblos hundidos en la miseria, maestras de escuelas sin techo, las cocineras de la comunidad, parteras, abogados que le dieron fiado a todo el mundo, poetas y pintores. Porque este país no lo construyó Simón Bolívar (estoy harto de que todo se llame así) con unos amigos en la versión colonial de Los Vengadores o la Liga de la Justicia, sino millones de ciudadanos con el día a día, en muchos otros tiempos, en muchas otras circunstancias y sobre todo, con otros instrumentos más allá de los que escupen balas, sino de unos mucho más revolucionarios y peligrosos para los tiranos: Libros, pensamientos, pinturas y hechos cotidianos que hacen que nos cuestionemos todo.

Libertad, incómoda libertad


La libertad es el concepto más ambiguo, subjetivo y temido por los seres humanos. La anhelamos como quien idealiza al amor de su vida, pero que al conocerlo se traban las palabras, las ideas no fluyen, nos encorvamos, sentimos el mal aliento y no sabemos qué hacer, cómo presentarnos y terminamos enredados ante semejante poder.
La libertad te expone. Deja a la vista la lealtad y la fidelidad a los principios y valores. No hay demostración más pura que cuando alguien es libre de irse y aún así se queda de tu lado, sin condiciones ni obligaciones, solo por la mera voluntad. 
Cuando se internaliza la libertad, entiendes que la única que vale no es solo la tuya. Que así como quieres ser respetado en tus gustos y creencias, debes dejar a los demás expresar las suyas. En especial cuando no son de tu agrado. Soy una de las personas más agnósticas que te vayas a encontrar y aún así defiendo el hecho de que la gente vaya a sus iglesias, templos, cultos y lugares de rituales. Hasta creo que en ciertos momentos de la vida es bueno para la salud mental. Dejé de pedirle a la gente que hiciera o no hiciera ciertas cosas en mi funeral porque todos somos libres de pasar el duelo como mejor nos parezca. El que quiera tomarse unos tragos o rezarme un rosario o lo que sea que crea que lo amerite, que lo haga. Además no me enteraré, estaré muerto o divirtiéndome en otro plano. Quién sabe. Solo pido ser cremado y es por un asunto ecológico. Mis cenizas échenlas en una playa, la que sea me da igual, si se fijan, todo el planeta tiene un solo mar, en realidad.
Tenemos plena libertad para vivir y matar, todo está a nuestro alcance, sin embargo, decidimos hacerlo o no apegados a nuestras circunstancias. Nadie hace el mal todos los días porque lo presionaron. El bien y el mal, en los seres humanos, siempre será un asunto de elección. El poder de elegir, el poder que activa todos los componentes del razonamiento humano.
El respeto por la libertad ajena nos pone en aprietos morales y sociales constantemente. ¿Pero estamos preparados para aceptar las más excéntricas y chocantes creencias y costumbres? A mi me cuesta con algunas cosas, y mucho. Estoy claro en que es absurdo prohibir cierto tipos de canciones, ya hemos hablado de eso. Y honestamente me sentiría más cómodo si se minimizara al máximo ciertas posturas políticas o religiosas en beneficio de mi concepto de un mundo mejor. También me gustaría que mis amigos, pareja y familiares no actuasen de determinada forma o no dijeran ciertas cosas. Pero entonces ahí estaría sacando el tirano que llevamos latente. Ellos son así, puedo ayudarlos a mejorar y aceptar que ellos puedan ayudarme. El límite, por supuesto siempre será el daño que pudiéramos provocar al prójimo por nuestras acciones.  Pero eso solo suena factible en los libros de autoayuda. Cuando la gente no quiere, pues, no quiere. Y si aún así, los mantienes cerca o te alejas de ellos, también eres libre de tomar esa decisión (la mayoría de la veces, en otras hay que aguantarlos).
También puede producir temor ser libres. De adolescentes queríamos ser mayores para poder hacer cosas de adultos como salir de fiesta toda la noche cuando quisiéramos. Y de adultos queremos ser adolescentes para librarnos de responsabilidades. Es como es inmenso temor colectivo que se apoderó de los negros cuando se abolió la esclavitud. Ninguno sabía exactamente qué hacer o dónde vivir y fue un proceso traumático, pero necesario. A veces queremos que las decisiones más relevantes sobre nuestro destino las tomen otras personas, o dejarlo en "manos de Dios" porque nos abruma la enorme responsabilidad de la libertad de tomar decisiones. Se nos escapa de las manos y corremos a los brazos de un poder superior que nos ampare y nos libere de culpas. Terminamos amando nuestras cadenas y venerando el templo que representan nuestras jaulas.
La libertad a veces es un fastidio, sobre todo cuando no es la nuestra, pero es como el dedo chiquito del pie, ese que siempre te tropiezas contra las mesas y que muchos han pensado en amputar. Es indispensable para estar completos, para estar derechos, para mantener la línea en nuestro andar. Para que no se doble nuestro ser.

El Efecto Mandela y la historia no ocurrida de Venezuela


En un mundo sin certezas, las verdades y las mentiras suelen quedarse siempre entre un amasijo de dudas y medias tintas. Nuestra mente suele jugarnos malas pasadas mezclando eventos reales, sueños, cosas que leemos, que escuchamos y eventos que nunca ocurrieron. Muchas veces, nuestras verdades suelen estar condicionadas por lo que en el fondo quisiéramos que fuera cierto.
El Efecto Mandela, nombrado así por la bloguera Fiona Broome, es un fenómeno colectivo donde las masas creen recordar un acontecimiento que nunca ocurrió. Lo acuñó con ese nombre debido a que en una oportunidad, conversando con amigos en 2005, muchos dijeron que Mandela había fallecido en la cárcel en los años ochenta, incluso decían haber visto el funeral por televisión, cosa que en realidad ocurrió en 2013, un buen tiempo luego de ser presidente de Sudáfrica y, por supuesto, gozando de plena libertad. Luego han surgido miles de ejemplos tomando películas o hechos. Por ejemplo: Darth Vader nunca dijo "Luke, yo soy tu padre", dijo: "No, yo soy tu padre". Y la frase de muchos políticos criollos intelectualoides: "Ladran Sancho, es señal que avanzamos", no aparece en El Quijote, sino en el poema Ladran de Goethe.
Son muchas las teorías que buscan explicar esto. Algunos apuestan por la confusión de recuerdos que luego se transforman en conversaciones, para así pasar a la transmisión de un recuerdo falso de boca en boca. Otros van con explicaciones metafísicas donde se habla de universos paralelos que se entrelazan provocando eventos en otras realidades. o la inserción de elementos en La Matrix. También he leído sobre conspiraciones basadas en "1984", donde George Orwell nos habla de un gobierno totalitario con suficiente poder e influencia en la población para alterar la historia por medio de la manipulación de archivos, libros, registros y cualquier documento con el fin de favorecer el fundamento ideológico y de acción de El Gran Hermano y el partido gubernamental.
En Venezuela, el acceso a la historia es bastante limitado. El estudio de la historia en la educación básica y universidades se limita al relato de algunos eventos resaltantes pero pocas veces se busca conectar a profundidad los eventos que los desencadenaron. Basta ver cómo se cuenta la gesta independentista para ver las graves carencias en la narrativa, convirtiéndola en un panfleto militarista, elitista y épico, donde se desconocen aspectos como el papel de los líderes civiles y las particularidades de la personalidad y decisiones de los próceres. Error que vuelve a repetirse al hablar del proceso político, económico y social del siglo veinte, haciéndola presa fácil de cualquier hablachento carismático que quiera imponer sus doctrinas por encima de la verdad. De esos se han visto en cadenas presidenciales y tíos "eruditos" en la historia con cuatro rones encima imponiendo sus "verdades" alzando voces por encima de la música en bautizos y matrimonios. Hasta se molestan si se les discute.
Les pondré un caso emblemático. Las famosas conversaciones sobre pérez jiménez (les recuerdo que las minúsculas son intencionales). Muchos aseguran que en aquella época, el bolívar valía más que el dólar (el dólar mantuvo su valor invariable de 3,35 Bs durante su mandato), no había analfabetismo y la delincuencia era cero porque los delincuentes construían carreteras. Ninguna de estas tres cosas, así como muchas más que se dicen sobre este periodo son ciertas y se puede verificar consultando fuentes oficiales de los mismos organismos al mando. En lo que intentas corregir a alguien sobre este hecho por lo general se ofenden y juran que eso se lo enseñaron en historia en primaria o que lo vivieron. El periodo en cuestión ocurre entre 1952 y 1958. Es decir, quienes eran niños o adolescentes tendrían hoy entre 55 y 60 años. Hay gente de 40 que me lo discute y me dicen que soy un carajito y que ellos sí lo vivieron. Pero, por medio de la difusión de estos "datos" en Facebook, muchos creen haberse documentado lo suficiente para ello.
Otro evento es la supuesta frase de Rómulo Betancourt: "ojalá se me quemen las manos si me he robado un bolívar" un día antes del atentado de 1960 donde resultó herido en sus extremidades. Tampoco existe ningún documento histórico que lo avale. Así como tampoco los venezolanos comían perrarina en los ochenta (siempre ha sido cara), ni los sucesos del Caracazo del 89 fueron manifestaciones espontáneas de los ciudadanos y, más recientemente, el famoso caso del decapitado por una guaya en las protestas del 2014, un rumor que recuerdo haber visto decir a un militar en declaraciones a VTV pero del que nunca se ha conocido el rostro del fallecido Elvis Duran. Mucho menos fotos o videos de celulares que, conociendo nuestra idiosincrasia, ya habrían aparecido. 
Tomando en cuenta nuestra afición a las historias con tintes telenovelescos, es cuestión de tiempo para que aparezcan frases filosóficas que nunca se dijeron, atribuidas a chávez, Leopoldo López, Capriles, Maria Corina y Ramos Allup, tal como ya se hace con Pablo Escobar. De hecho ya hay gente que cree que hugo chávez fue un tipo simpático y buena gente gracias a la fuerza de sus memes de sus momentos jocosos, suprimiendo sus momentos de ira y crueldad.
Todos estos casos me llevan a prestar más atención a los detalles sobre como asumimos la narrativa de lo que estamos viviendo. En un país con medios de comunicación con un alto sesgo político, la tarea se hace muy ardua y es necesario cuestionar lo que nos dicen. No creo que la historia sea cíclica, pero sí repetimos conductas que nos han llevado han cometer errores que evidencian nuestras carencias educativas e informativas. Es por esto que para conocer la verdad, o una parte de ella, nunca debemos renunciar a hacernos preguntas incómodas, aunque acarreen respuestas difíciles de manejar.

El poder de elegir



No tengo dudas que el más grande símbolo de libertad humana, es el poder de elección. Siento que las relaciones más fuertes que mantengo son aquellas que se formaron a partir de mis decisiones y no de mis circunstancias, obligaciones o lazos consanguíneos. Creo que lo peor que se le puede exigir a un niño es a querer a sus hermanos y demás familiares porque son sus hermanos, en lugar de afianzar lazos en base a la lealtad, y el respeto razonados. En ese momento, cuando triunfa la razón por encima de la obligación, estamos formando ciudadanos conscientes y no súbditos del poder y la fuerza.
La elección y no la obligación es lo que nos hace crecer como seres humanos basados en la conciencia, valores y coherencia, sea cual sea nuestro camino. Obviamente, nuestras elecciones están condicionadas y manipuladas por la ideología (que no sepas como se llama, no quiere decir que no tengas), la cultura (por muy rebelde que creas ser) y las relaciones sociales en general. Así es que tampoco es que disfrutemos de un libre albedrío en toda su extensión.
Los seres humanos no somos ecuaciones exactas, universales e infalibles. Las únicas normas que nos rigen son las del azar, la incertidumbre y el capricho individual. Nuestras decisiones son cambiantes y nuestros resultados son totalmente impredecibles. Podemos mantener nuestros principios durante un buen tiempo hasta que las circunstancias nos llevan a cambiarlos o negociarlos, no siempre por dinero, sino por algo que nos de satisfacción o nos alivie a culpa. No existen leyes psicológicas o sociológicas capaces de predecir o concatenar nuestros actos a lo largo de nuestra historia. La ilógica es la norma. Una persona puede decir que no es un delincuente gracias a los chancletazos que recibió de niño, y le creo, pero también sé de gente que fue golpeado de niños y se convirtieron en delincuentes, maltratadores y asesinos. También están los que nunca golpearon y hoy son ilustres sociópatas y otros no golpeados que son bastante pacíficos. 
Están los homosexuales que querían tener cuerpo de mujer, y al lograrlo, sus parejas son mujeres.  No importa si no lo entiendes, porque lo que importa es que esa persona está buscando su plenitud explorando los límites de su género, su identidad sexual y sus instintos. o hace a través de su decisión, la elección libre y no para complacer clichés. Y así puedo seguir dando ejemplos hasta completar una enciclopedia. El poder de elegir es el triunfo de la individualidad por encima del pensamiento único y alienante.
No existen leyes psicológicas o sociológicas capaces de predecir o concatenar nuestros actos a lo largo de nuestra historia. La ilógica es la norma. La incongruencia es nuestro credo.
Elige porque eres libre, no lógico. Fuck logic, la humanidad es así de hermosa.

Somos



Somos aire, somos agua, somos semillas que estallan para crear nuevos mundos.
Somos árboles que se aferran a los pensamientos y juicios que los alimentan. 
Somos los hijos bastardos de una enorme orgía donde los dioses que habitan en Xibalbá, Uku Pacha, el Olimpo, Svarga y el Valhalla fueron a descargar sus más puros instintos divinos, creando también las tormentas, los terremotos y las auroras boreales. 
Somos átomos en el universo y al mismo tiempo, una amalgama de existencias tan profundas e infinitas como el mundo que habitamos. 
Somos islas que se tocan en secreto bajo la superficie de un mar de rutinas y banalidades. 
Somos poesía y voces entonando canciones desafinadas y que juntas arman la gloriosa banda sonora de nuestra especie. 
Somos nómadas sin rumbo que acampan refugiados en efímeros disfrutes. 
Somos volcanes impredecibles y violentos, que en medio del caos hemos construido un planeta tan caprichoso como nosotros, sus creadores y a la vez, sus hijos. 
Somos meteoros que se apagan en la noche luego de ilusionarnos con la estela de luz que dejamos en el firmamento.
Somos dudas y somos verdades. 
Somos el humo que se aspira y la mitad que sale. 
Somos gemidos de dolor y gruñidos de orgasmos. 
Somos la paz de descansar en un pecho y unos brazos. 
Somos un camino con ramas y lodo, y somos la lluvia que lo limpia cada día. 
Somos muchas vidas y un solo desenlace.