> El Blog de Rubencho: agosto 2017

Sobreviviendo a la migración. 5 consejos prácticos.


Emigrar es una de las experiencias más extremas a las que se pueda someter un ser humano. Alejarse de seres queridos, rutinas, costumbres, cultura, léxico, idioma y comida puede resultar traumático para muchos que lo intentan. En mi primera experiencia migratoria cometí errores que cuando se juntan se pueden convertir en un gran problema. Esto fue lo que aprendí:

Come como ves comiendo: Buena parte de nuestra identidad está asentada en la comida, apenas cruzamos la frontera o nos bajamos del avión, comenzamos a añorar las arepas, las cachapas y el sancocho que hacían donde tu mamá. En tu nueva casa, intenta consumir y comer como lo hacen los nacionales. Averigua cuáles son los lugares preferidos para comer. No te pido que dejes de aprovisionarte de Harina P.A.N. en el supermercado, pero dale una oportunidad a la comida local. Experimenta sabores, sazones, olores y expande tu mente con nuevas experiencias culinarias.

Hablando se entiende la gente: Recién llegado a Panamá, se me ocurrió decirle a un grupo de amigos panameños que un policía me había parado para pedirme papeles y que ya me tenía "arrecho". Se hizo un tenso silencio sepulcral en todo el grupo, hasta que alguien soltó una carcajada y se desató un inclemente chalequeo contra mi persona. Ese día aprendí que en Panamá, Colombia y otros lugares de Latinoamérica, "arrecho" significa quesúo, con la líbido a millón. Escucha con atención y aprende los modismos, palabras, adjetivos o maneras de llamar a las cosas y situaciones. Nadie, en su país, está obligado a entender nuestra peculiar manera de hablar. Somos nosotros los que debemos buscar la manera de darnos a entender.


Niño ve, niño hace: Jamás te burles o menosprecies las costumbres, rituales o fiestas locales. Toda cultura tiene elementos incomprensibles para nuestra percepción. Amplía tu cultura general y crece como ser humano al estudiar la historia, música, anécdotas, conflictos sociales y hasta rivalidades deportivas. Es tu deber saber quién es el alcalde de la ciudad y quiénes son los cantantes más populares, aunque no te gusten. Fusionate con el entorno y este siempre será más amable contigo.

La ley, es la ley: Cierto, a muchos de nosotros nos tocó estar ilegales un tiempo, pero es tu responsabilidad legalizar tu situación prontamente. Igualmente, recuerda que ya no vives en un país dominado por la anarquía y la corrupción. Respeta los semáforos, no arrojes basura a la calle, cumple tus obligaciones sin buscar atajos y no jodas a nadie, porque en tu nuevo país no hay jueces ni compadres policías que te saquen de un lío.

No compares inútilmente: Sácate de la cabeza que todo lo que hay en Venezuela es lo mejor porque sí. El chauvinismo es la cosa más inútil, porque no permite abrazar la belleza del planeta. Quisiera decirte que es cierto que tenemos las playas más bonitas y las mujeres más hermosas pero mi intención no es ganar Likes, sino darte mi consejo para sobrevivir como inmigrante. No puedes comparar Los Juanes con las playas de Colón en Panamá, Las de Guanacaste en Costa Rica ni las de Tenerife. Así como tampoco comparar una banda de Folk gringa con Guaco; o las chicas rubias del este de Europa, en especial Ucrania, con una morena de Maracaibo. No, es simplemente estúpido. La percepción de la belleza es un condicionamiento social que no voy a explicar por acá. Cada lugar tiene sus propias particularidades. Puedes encontrar belleza en miles de experiencias, lugares y personas completamente nuevos y diferentes para ti. 

Migración: Viviendo y dejando vivir



El que se cansa pierde. Y el que no descansa, se obstina, se aburre, y al final, desiste. Miles de venezolanos se encuentran hoy en día en el exilio luego de haber participado en mayor y menor medida en acciones de protesta contra el chavismo en cualquier época. Otros, porque simplemente no soportaron tanta realidad y miseria socialista-militarista y decidieron irse, por supuesto, chavistas incluidos.

Los venezolanos somos muy sociales, somos muy expresivos y comunicativos. Todo queremos decirlo o publicarlo. No es casualidad que, a pesar de tener el peor servicio de Internet de América, somos masivos consumidores y productores de contenido en redes sociales. Y muy poco pudor hemos tenido para compartir lo que se nos ocurra, sea apropiado, grotesco o políticamente incorrecto.

Vea también 👉 ¿Por qué se van? ¿Por qué se quedan?


Es absolutamente normal que los emigrados y exiliados quieran estar pendientes de lo que sucede en el país. Uno se niega a perder el nexo, o como me dice una amiga, te vuelves adicto al estrés de las noticias sorprendentes que mueren en apenas unas horas. Los acontecimientos ocurren, o se divulga que supuestamente ocurrieron, de una manera pasmosa. Todos quieren aportar, hacer algo. Pero también tienen derecho a disfrutar de su nueva vida. Emigrar no es irse de paseo, y bien merece su recompensa. 

Estas consideraciones entran en juego a la hora de decir cómo nos está yendo afuera. He leído como gente se horroriza porque alguien en Madrid decidió ir a tomarse unas cañas con amigo, porque está pasándola bien en algún Starbucks de Australia o fue al teatro en Argentina. Eso no me molesta en lo más mínimo. Al contrario, me gusta mucho saber que tengo amigos y conocidos que lograron escapar del chavismo para vivir una vida “normal”, desprendiéndose de seres queridos, profesión y costumbres. Me gusta cuando publican sus cosas porque me da alivio saber que están bien. Y que hay personas que estimo que logran disfrutar del fruto de su trabajo. Eso no es ningún pecado. 
Como tampoco es pecado que los que se quedan en Venezuela publiquen y hablen acerca de momentos familiares como graduaciones, bautizos, o simplemente un fin de semana en la playa. Eso no los convierte en traidores ni en indolentes. Eso los hace seres humanos como cualquier otro. Hasta los judíos hicieron Bar Mitzvah y matrimonios mientras fueron perseguidos por los nazis. 
Todos debemos asumir nuestras decisiones y situación de vida. Como dije en otro artículo, algunos se fueron queriendo quedarse y otros se quedaron queriendo irse. Todos tenemos derecho a opinar, pero así como pedimos a los que están afuera que exijan a hacer cosas que ellos no harán (porque no quisieron en su momento o porque no pueden), no podemos exigirles a todos que vivan y se expresen solo como nosotros queramos. Eso está a un paso de hacer algo tan idiota como ir a insultar a alguien común y corriente a un restaurante porque no se fue a marchar, o un tuitero que decía que, al terminar esta oscuridad, habría que pedirles cuentas a los que decidieron irse. Eso va al salón de la fama de las estupideces que he leído por ahí. Me recuerdan a los sindicaleros de una empresa donde trabajé, que secuestraban los buses del transporte del último turno para exigir aumentos salariales, sin pensar que entre los afectados no había ningún directivo, solo gente cansada y enojada por no poder llegar a casa. Esa medida nunca tuvo apoyo, y terminó el día en que un sindicalero terminó con dos dientes menos producto de un derechazo. 
Todos suman, no solo a la lucha por ver a Venezuela libre, sino para ver un país sin odios, resentimientos, sin comportamiento “chavista”. Eso tomará mucho tiempo. ¿Por qué no empezar ahora?