“La mejor política es hacer deporte sin política” rezaba el slogan de una gestión gubernamental carabobeña en los años 90. En ella, la intención era expresar que se atendía el acontecer deportivo regional sin que privasen intereses partidistas de por medio. Eso, en una sociedad que en aquella época se embelesaba ( y aún lo hace) con la antipolítica, dio sus frutos. Aquel gobierno regional gozó de un notable apoyo popular, apuntalado por sonoras victorias en Juegos Nacionales Juveniles que habían sido esquivos durante muchos años y que por supuesto sirvieron de propaganda a la gestión. Una vez más, eso de no mezclar el deporte y la política era humo.
Sin embargo acoto que esta aspiración es más que una simpleza, una inocentada. El deporte forma parte de las políticas de los gobiernos, dan forma al manejo del estado, sirven para proyectar un modelo de sociedad, demuestran el poderío, despiertan el sentimiento de patriotismo, nacionalismo, regionalismo, étnico y hasta religioso. Una efectiva forma de decir ”Con nosotros en el poder, somos grandes”.Árbitros haciendo el saludo fascista en el Mundial de 1934 |
En la era moderna, personajes como Benito Mussolini y Adolf Hitler, comprendieron la importancia política, por medio de la identidad social afianzada por el poder mediático, del deporte. Mussolini se apoyó en los triunfos de la selección de Italia en los mundiales de futbol de 1934 y 1938 para exhibir su poderío e ideal social del fascismo, donde se exalta la disciplina, el nacionalismo y la fuerza como modelo de sociedad exitosa. Incluso se comenta que ejerció enorme presión sobre jugadores, dirigentes y hasta árbitros, corriéndose el rumor que, estos últimos fueron escogidos por el mismo para ser favorecidos en los partidos.
Otro caso resaltante fue la comentada influencia del régimen de Videla en la organización del Mundial de Fútbol de 1978 y en resultados como el polémico partido contra Perú que le permitió a la selección albiceleste avanzar de ronda gracias a una escandalosa goleada. Se exponía a una Junta Militar regente fotografiándose constantemente con los futbolistas, representantes del cariño e identidad del pueblo argentino.
Entre otros ejemplos podemos ver la alta promoción del deporte de Cuba, como demostración de la fortaleza de gobierno de los Castro ante el embargo comercial y el gigantesco ostracismo que mantiene hundida a la isla en muchos otros aspectos, sin duda una de la lecciones aprendidas luego de tantos años de protectorado soviético, también conocidos por hacer alarde de sus hazañas deportivas con dirigentes políticos como protagonistas.
En nuestro país lo hemos observado en casos como el de la selección nacional la Vinotinto, cuyo éxito se ha querido endosar totalmente al gobierno nacional, ignorando los aportes de la empresa privada y la iniciativa de entrenadores y técnicos con una nueva visión del juego. La organización de la Copa América 2007, cuyos estadios están en decadencia y mas de la mitad nunca fueron culminados y mas recientemente la medalla de oro olímpica de Ruben Limardo usada con fines electorales en plena campaña presidencial en 2012 y el Campeonato Suramericano de basketball con un ministro robando cámara en todas las fotos de la celebración como uno más de los atletas para señalar un apoyo en un evento plagado de fallas logísticas obviadas y olvidadas como apagones reiterados en las pizarras y retrasos de horas para el inicio de partidos por citar algunos.
Siempre se recordará el famoso episodio de la jornada 7 del campeonato de fútbol de primera división, del Torneo Clausura 2014, cuando en medio de fuertes enfrentamientos y protestas en las calles, en el mes de febrero, la Asociación de jugadores acordó no salir a jugar para resguardar la seguridad de sus afiliados, cosa que fue enfrentada por fuertes presiones gubernamentales para hacer ver ante la opinión pública que las protestas eran de muy pequeña magnitud, colocando a los jugadores en posición de “guarimberos” o líderes opositores. Al final no se disputaron 2 partidos siendo uno de ellos el de Carabobo FC versus Estudiantes de Mérida, donde un alcalde autoproclamado patrón del club, por tener todo el poder político, dirigencial y económico dentro del equipo, poniendo su cargo a la orden por su propia incapacidad de ejercer un verdadero liderazgo en aquel momento de crisis y las rencillas internas dentro del partido de gobierno. Por cuestiones de ego y quien sabe que otra cosa, terminó culpando de lo sucedido al histórico de la selección nacional Leo Jiménez, que por cierto, no era jugador habitual y no estuvo presente en el estadio. Las conjeturas sobre lo que sucedió en realidad no serán aclaradas a corto plazo por lo que somos libres de sacar cualquier conclusión.
Cosas que por supuesto también vemos en los Estados Unidos de Norteamérica, donde el “American way life” implica triunfo, éxito y prosperidad llevado de las canchas y proyectado en la vida productiva de sus ciudadanos.
También hemos visto algunas influencias positivas del poder político en el deporte como instrumento del desarrollo y la paz social. Es innegable como la organización y triunfo en el Mundial de Rugby de 1995 sirvió para apuntalar el ideal de nación unida que proponía Nelson Mandela en su recién comenzado mandato, un hecho sin precedentes que logró una tregua y un proceso de pacificación entre la población negra, partidarios del Apartheid y grupos étnicos que mantenían una fuerte confrontación social muy violenta en aquellos tiempos.
El gobierno de Brasil quiso demostrar su renovado poderío por medio de la organización de los mas importantes eventos deportivo, la Copa Mundial 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016. El Mundial fue bastante criticado por haber existir un descontento acerca de la forma como fueron invertidos recursos del estado para esto y no en temas importantes como educación, salud, vivienda, entre otros. Deficiencias en la organización y el humillante fracaso de la selección brasileña sin duda tienen un alto costo político para la presidenta Dilma Rouseff, quien deberá afinar su estrategia comunicacional de cara a la justa olímpica.
El estudio de los hechos históricos no puede ser llevado a cabo por separado. El universo se compone de diversos acontecimientos que ocurren en paralelo, se entrelazan, hacen peso e influyen en otros aunque para los ojos poco diestros no tengan ninguna relación. No se trata de cronologías. Se trata de interconexiones de mayores y menores proporciones. Sino lo creen, recuerden que cada vez que Venezuela ha enfrentado un seria medida económica, los dos últimos presidentes han propuesto el cambio de colores del uniforme de la selección nacional de fútbol para distraer un rato a la opinión pública distraída y visceral.
Así como estos hechos son difícilmente evaluados cuando aún nos encontramos en medio del calor de los mismos. La historia se estudia de forma científica y sin tendencias para evitar ser distorsionada. Aunque a la postre siempre terminen contándola las clases dominantes a su manera. El tiempo dirá la influencia real de todos estos acontecimientos y su peso real en la evolución de las sociedades, si, aunque se trate solamente de un juego con una pelota.