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Yo y manía de solucionarlo todo

Confieso que ya lo hago por reflejo. Escucho y propongo, oigo y respondo. Difícilmente puedo guardar silencio durante momentos tan largos. En especial si quien me habla tiene toda mi atención y mi interés. Sea cual sea.
Ha sido una lucha contra mi mismo por frenar ese impulso de solucionarlo todo. De arreglar las cosas y que recobren lo que a mi juicio sería el equilibrio.
Las personas mas significativas a mi alrededor son mujeres. Lo cual me ha dado muchísima información y técnica para tratar con el genero mas complejo del universo.  Pero es inevitable que mi naturaleza de hombre y de varón formado con los convencionalismos sociales típicos de occidente entren en conflicto con este proceso de comunicación.
El estereotipo del hombre de este lado del hemisferio, indica en algunas de sus reglas sociales que el varón es un proveedor. El que proporciona seguridad, bienestar, estabilidad, comida, posesiones, iniciativa, poder en sus múltiples variantes intangibles o materiales.
Es por esto que es muy normal que ante cualquier situación que desequilibre o desestabilice nuestro entorno, busquemos, casi automáticamente buscar, proponer y ejecutar alguna solución. Ante la crisis propia o ajena, debemos sacar la espada y enfrentarla. Aunque esa, en muchas ocasiones, no sea lo necesario ni adecuado.
En infinidad de ocasiones, quienes han sido mis parejas, amigas o familiares han buscado desahogo conmigo sobre sus situaciones y problemas. Inmediatamente y casi por reflejo, les he soltado formas de solucionarlo. Y ha sido largo el proceso de darme cuenta de que ¡No siempre necesitan una solución! Simplemente lo que buscaban era eso, solo desahogo, expresarse, sin importar que tanga solución o no, incluso si se ha solucionado o no, o si tendrá arreglo algún día. Eso y nada mas.
Me ha faltado equilibrar mejor ese aspecto. Darles seguridad y soluciones como buen proveedor. Pero estar mas consciente que necesito proveerles también solo un par de oídos. Eso también es necesario. Escuchar para comprender, oir también es compartir. Atender también es dar.
Sin convertirnos en “amiga” podemos hacer esta función. Además de proporcionarnos valiosa información y datos para poder ser mejores hombres para ellas. Ser empático no tumba el pelo en el pecho. Ni tampoco vas a comenzar a cantar canciones de Lady Gaga en la ducha. Así que comenzando por mí, dejemos de ser más boca para ser más orejas. Ellas lo necesitan.