Atraes lo que eres. Por eso creo que, cuando alguien vive diciendo que le tienen envidia, es porque también es un envidioso. Es imposible pasar tanto tiempo de algo y no llevarlo dentro de sí.
En un principio creí que era una frase típica de una calcomanía en algún bus de nuestro tercer mundo, pero en las redes sociales y conversaciones en oficinas y salones de clase veo que es un tema bastante generalizado. Todos los días veo a alguien en Facebook o Instagram peleando con enemigos imaginarios o reales. En cualquier caso, es sospechoso que no hagan intentos serios de alejarse de ellos. Quieren vivir su propia telenovela con Sorayas y Malditas lisiadas incluidas para darle emoción a sus grises existencias. Y eso es muy su peo.
La envidia existe, sí, yo también la he sentido, tanto la mala como la buena. Soy un ser humano con aspiraciones, esperanzas y deseos de cosas o momentos que anhelo vivir. ¿Hay gente que me envidia? No lo sé, tal vez. Pero no me importa, no es asunto mío. No estoy interesado en saberlo. No me afecta, porque simplemente no creo en esas vibras de las que hablan nuestros brujos autóctonos. Yo no quiero que eso se enquiste en mi manera de vivir.
Contrario a lo que diga la sabiduría popular, casi siempre equivocada por cierto, en asuntos humanos, los polos opuestos se repelen y los polos iguales se atraen. El círculo de amistades y gente de confianza, pareja, compañeros de trabajo y lo que sea es decidido totalmente por nosotros en base a nuestros intereses superiores; no tiene nada que ver con que a uno le guste Arjona y al otro Metallica; uno coma pizza y el otro sushi; esas son tonterías superficiales. Hablamos de lo que llevamos dentro, nuestra esencia. Y si en nuestra esencia hay chismes, atraerás chismosos; si hay lealtad, atraerás incondicionales; y si eres envidioso, ellos vendrán a ti para que les dediques todas las imágenes ridículas de Pablo Escobar, El Guasón (perdónalos Nolan) y Miltoner que desees.
Somos imanes. Solo tú eres quien decide que es lo que se te acerca.