¿Cómo comenzaron ciertas prohibiciones sociales? ¿Quienes decidieron que ciertas palabras eran vulgaridades y otras no? ¿Cuál fue el criterio para decidirlo?
Se puede pecar por infinidad de cosas que nos parezcan absurdas. Pero siguen siendo pecado aunque no las entendamos.
Siendo adolescente falleció una tía (yo no sabía si de verdad era tía o prima de algún abuelo, pero todos le decíamos tía) y yo le tenía mucho cariño. Era una señora que a sus 85 años viajaba sola de Caracas a Valencia a visitarnos. Nunca se cansaba de eso. Lo hizo hasta casi el final de sus días. El punto es que su muerte me dio mucha tristeza y era primera vez que alguien a quien consideraba cercano, fallecía. Como todo adolescente no sabía manejar el asunto. Así que me dio por escuchar música. Mi música. Rock. Heavy Metal para ser más específico. Y alguien de mi familia fue a llamarme la atención por que eso y que era pecado escuchar música ante lo sucedido. Nunca hubo manera de explicarle que esa era mi manera de pasar mi luto. Lo más irónico es que esa persona no le tenía aprecio alguno a mi tía. Y ya no tiene importancia. Pero eso me sirvió de referencia a los catorce años para darme cuenta que la moral es relativa.
Muchas veces nuestro concepto del pecado viene de la frustración que nos da el no poder volvernos locos y hacer lo que nuestros impulsos nos piden a gritos. Las generaciones anteriores ven mal a las actuales porque se sienten superadas. Porque la edad, las obligaciones, la rutina hacen que veas como escándalo lo que ya no puedes disfrutar. Mucha gente critica a una chica en microbikini o a un joven que dice lo que siente y piensa por YouTube porque están claros de que carecen de la gracia para ellos. Hay gente que se incomoda al ver gente tatuada porque no tienen el valor de expresar arte a través de sus cuerpos. Quienes ven la homosexualidad como una abominación guardan un profundo resentimiento por no poder expresar sus deseos, así que lo transforman en ira y rechazo al que si puede. Y así podemos seguir hablado de gustos musicales, literarios, costumbres de vida. Hay gente que no se atreve a cambiar su ideología política, religión o equipo de fútbol aunque estén conscientes de que son unas porquerías. Se siguen aferrando a sus creencias por orgullo, como si eso los hiciera especiales o puros. Aunque algo en ellos grite y patalee por botar esa camisa de los Tiburones de La Guaira, el rosario, la carrera que estudiaron y la foto de Carlos Andrés Pérez para abrazar nuevos rumbos ideológicos. No, cambiar de equipo es profano, no creer en el catolicismo es de herejes, quitarse el chip adeco-chavista es traición, dejar de ser lo que siempre has sido en toda la existencia, encerrado en cuatro paredes mentales, es malo. Todo lo que te hace libre y humano, es pecado.
Pero nos gusta el pecado, necesitamos rechazarlo. Y también deleitarnos con el. La lujuria es pecado pero sin ella nos paralizamos. Nos volvemos grises. La ambición es mala en nuestra cultura tercermundista, pero no tendrías el impulso de mejorar tu calidad de vida sin algo que en el resto del hemisferio es una actitud obligatoria para el desarrollo individual y social.
El ser humano necesita pecar para poder conocer sus límites. Experimentar es pecado porque es descubrimiento. Es trastocar el mundo. La evolución es pecado porque no deja nada en pie. Y lo que queda igual se extingue.