> El Blog de Rubencho: La carga mental de cada día. Cada género con su cruz

La carga mental de cada día. Cada género con su cruz

El baile. Salvador Dalí. 
Todos llevamos una cruz por ser hombre o mujer. Y también somos la cruz de alguien. La mayoría de las veces, sin saberlo. Incluso quien nos carga como cruz, tampoco lo sabe, por lo general. 
Muchas veces he cometido el error de delegar control sobre las cosas que no comprendo, no soy bueno haciendo, no me gusta hacer y que sinceramente, hago solo por supervivencia. Cocinar es una de ellas. Mi eterno talón de aquiles y por el que he hecho muy poco por solucionar. No lo disfruto. Ni siquiera cuando lo he hecho bien.
Más allá de disertar si es necesario que aprenda a cocinar más cosas, aunado al hecho de ser inmigrante, que puede llegar a convertirse en un oficio, o que los varones de mi familia sean buenos en este arte (incluso los más pequeños), creo que es un asunto de delegar una cruz. Mi cruz.

Artículo relacionado: La libertad: La única lucha.

Por lo general he delegado esa cruz a personas que sí lo dominan y lo hacen bien. Nunca le he espetado a alguien que no me gusta su comida por el hecho de saber que hacen un enorme esfuerzo y aplican un talento que estoy lejos de tener. No es que me conforme. He tenido suerte de rodearme de personas que son buenos en eso.
Entonces espero ser de ayuda en algo que me pidan. Erróneamente lo miro así porque en realidad no es una ayuda a esa persona. Es mi comida. Algo de lo que también me beneficio. Me ayudo es a mi mismo. Pero esto lo racionalizo escribiendo, no en la cocina.
Al cometer este error de vida cotidiana, delego esa carga mental en la persona que me acompaña. No sé si hablar de un asunto cultural, porque veo este rasgo es culturas occidentales y no occidentales. Así que es más un asunto humano.
Los hombres por lo general tenían la tendencia a delegar las funciones del hogar para concentrarse en la carga mental de ser proveedor.
Muchas cosas han cambiado el tablero y hacen que esto ya no sea generalizado. La integración de la mujer al mundo laboral y el control que ejercen sobre su maternidad. La migración en solitario. El derrumbe de estereotipos de comportamiento masculino. Y así un montón.

Artículo relacionado: La corrección política y la neolengua institucionalizada

Transferimos en nuestras parejas o acompañantes el mantener el orden en el hogar. Ya sabemos que esta dinámica ha cambiado con los años. Pero ciertas taras se mantienen.
El ego nos empuja a mantener ciertas posturas sobre el cómo queremos vivir. Yo sigo delegando el control de la cocina porque en mi ego es suficiente romperme la cabeza generando dinero. Como yo me jodo trabajando, que cocine la otra. El asunto es que la otra también trabaja. ¿Quién hace mayor esfuerzo? No lo sé, depende de tu realidad particular.
Por un lado, las mujeres han tenido la tendencia a buscar mantener el hogar en orden. Y el hombre es un proveedor. Y siendo amable o moderno, un ayudante.
Para mí, el pasar una escoba, aspirar, lavar, recoger el desorden, es ayudar a mi pareja. Y no, porque esa ropa que se lava también es mía, son mis pies los que pasan por el piso sucio y el desorden seguramente también cooperé para causarlo. Pero como soy romántico, prefiero decir que ayudo en las tareas de la casa. Aunque sea un pésimo concepto.

Artículo relacionado: Depresión: Morir en vida y en silencio.

Eso sí, voy a las tareas específicas. Si lavo es eso. No implica que también ordene el trastero donde se cuelga la ropa. Si paso una escoba, no implica que limpie los vidrios. Y menos los de aquí que parecen un juego didáctico donde hay que mover 3 capas de vidrios. Es una ladilla total pero alguien tiene que sacar medio cuerpo hacia el vacío hacerlo. Un superhéroe ayudante. Como yo. No todos los héroes llevan capa pero me vendría bien una por si un día me caigo y me sirve de paracaídas. Y así mi ego se infla un poco más y se satisface. Ayudé. Alaben al héroe y dadle una cerveza fría.
Es héroe se centra en tareas concretas y específicas. Olvida ver el conjunto de cosas que arman el sistema de mantener la casa en orden. Como cuando Iron Man acaba con media ciudad, afectando hogares, puestos de trabajo y servicios públicos para acabar con sus enemigos pero olvidan que ese desastre alguien debe arreglarlo. Pero el héroe no limpia. Y punto. 

Artículo relacionado 👉 Sexo y amor inmigrante 

Hasta que nos lo pidan. Si no lo piden, la culpa es de ella que se satura. Se satura porque quiere y es una neurótica que amaneció con el culo desarropado. No es porque espera un poco de proactividad. Son nociones aprendidas. No nacimos así. Las vimos, nos pareció bien y las reproducimos.
De la misma manera como aprendimos que debo ser el proveedor, el que más gana dinero, el que resuelve y consigue todo. El plomero rescatador de princesas. El que mantiene la calma para encontrar una solución. El que no tiene tiempo para ponerse a reflexionar sobre la vida. Y no hablemos de conmoverse. Eso implica una falla de testosterona grave y anticonstitucional. Ni hablar de pedir ayuda. ¡Por Dios, que falta de hombría es eso de pedir auxilio con lo que no sabemos resolver o identificar! Los que piden direcciones en la calle o no saben por qué amanecieron tristes o que no pueden subir seis pisos con un sofá de IKEA a cuestas deberían tatuarles un letrero de discapacitados en la frente. Y sobre sexualidad ni hablar ¡eh! Uno fija el objetivo, ataca, satisface, cumple y punto. Sino, un balazo y pal rio. Esa es nuestra carga mental. Puesta por nosotros mismos y reforzada por mujeres y hombres alrededor. Nuestra cruz. Y pesa. Parecerá una tontería pero es bárbara.

Artículo relacionado 👉El Síndrome de Ulises. La depresión en los inmigrantes.

Tal vez nos la tomamos muy a pecho pero no es casualidad que los hombres sean mucho más propensos a desarrollar enfermedades mentales como depresión, esquizofrenia, ataques de ansiedad, entre otras, y que después desemboquen en temas que van desde la alopecia, disfunción eréctil y trastornos de sueño hasta infartos fulminantes y paros respiratorios. Por supuesto pasando por el suicidio en especial después de los treintas. Solo en España, y no hablo de Venezuela porque sabemos que en los países bajo socialismo nunca se divulgan cifras reales aunque sabemos que debe estar en cotas históricas, la tasa de suicidios entre hombres llegó a 74,5 % frente a un 25,5 % de mujeres según este artículo. Situaciones que se disparan en la mayoría de los casos por esa presión que nos metemos. En cuanto al método, eso de meterse pastillas es muy Delia Fiallo, lo de nosotros es la sangre, el gore y el drama colectivo. Balazos, ahorcamiento, caídas al vacío y trenes. Morir como un hombre. Para nosotros es ganar o morir. Literalmente. Por el ego.
Sabemos que el mundo ha cambiado y muchos patrones de conducta se van disipando. Pero hay que hablarlo con quienes compartimos la vida. No solo con nuestras parejas. Allí entra todo nuestro entorno Esperamos demasiado de los demás. Aprobación y que satisfagan nuestras expectativas principalmente. Burbujas de ego que terminan por lastimarnos a la larga. Somos lo que somos y los otros son lo que son. Los cambios dependen de sus propias decisiones basados en lo que ven en el ambiente. No quisiera seguir asumiendo que el otro se de cuenta de lo que me pasa si no se lo digo. El otro no puede asumir que yo haga algo de lo que ni siquiera soy consciente. Nadie te debe nada por compartir su vida contigo. Lo que te de es porque quiere, o al menos es lo ideal.
Hasta aquí por hoy, que este estacionamiento no se vigila solo.