Los valencianos tenemos maneras muy particulares de amar nuestra ciudad. Nos sentimos orgullosos de sus símbolos, su historia, las remembranzas coloniales dispersas en sus calles y avenidas, los personajes ilustres nacidos acá como Renny Ottolina o Arturo Michelena. El hecho de haber sido la primera ciudad de Latinoamérica con tendido eléctrico gracias a la gestión del presidente Hermógenes López, el Magallanes, el Trotamundos, el Carabobo FC y en los 70s el Valencia F.C., el José Bernardo Pérez, el Forum, entre otros. Al mismo tiempo somos los primeros en criticar sus fallas, sus carencias y la desidia de sus gobernantes. Es un amor crítico, sin fanatismos. Todo enfocado en querer convertir nuestra ciudad en un referente nacional. Una vez más, como lo fue en alguna época. Así somos, orgullosos a nuestra manera, arrogantes a la mirada de algunos. Pero combativos y contestones siempre.
En esta
historia de la cual nos orgullecemos, vemos que siempre nos ha tocado lidiar
con los mayores déspotas que han pasado por las más altas posiciones de poder
en Venezuela. Es como una tradición entre estos especímenes.
Decía
Alfredo Fermín en días pasados en un artículo titulado “¡Ya está bueno, ya! MIGUELPEÑA” que desde el Tirano Aguirre quien la maldijo al abandonar la ciudad
perseguido por los marañones tenemos toda una secuela de personajes caprichosos
a quienes la identidad valenciana parece molestarles.
José Tomás
Boves en 1814 sitió la ciudad y al lograr su cometido hizo ejecutar a una gran
cantidad de oficiales y padres de familia y violar a sus esposas quienes habían
sido invitados a una fiesta para rendirle homenaje. Todo al ritmo del
“Piquirico” según relata Francisco Herrera Luque en “Boves, El Urogallo”.
Juan
Vicente Gómez tampoco fue amigo de Valencia. Quizás por el hecho de que
familias valencianas atendieron y curaron de sus heridas a Cipriano Castro
luego de la batalla de Tocuyito en septiembre de 1899. Luego de su toma del
poder, en agradecimiento, colocó a muchos valencianos en altos cargos.
Relegando a los andinos paisanos de Gómez.
El difunto Hugo
Chávez ha sido uno de los transeúntes de nuestra ciudad que mas rencor le ha
prodigado. La lista de afrentas es larga.
En una de
sus primeros delirios de aficionado a la historia proclamó en varias oportunidades que Valencia era una
ciudad de traidores ya que acá se formó La Cosiata. Además que la ciudad sirvió
de asentamiento a José Antonio Páez, como capital de la república en su
presidencia.
Quizás en
venganza envió como gobernador a Luis Felipe Acosta Carlez, cuya misión más
relevante fue el querer anular el nombre del parque Fernando Peñalver bajo la
excusa de que este traicionó a Bolívar. Además de provocar daños estructurales importantes
que siguen vigentes como el retiro de todos los vitrales que adornaban sus
columnas y que tenían el Sol de Carabobo dibujado. El derribo de la estatua La
Libertad (la peregrina) con la balurda excusa de ser símbolo del imperio, a
pesar de ser asiduo visitante de Miami. Otra de sus aportes fue la expropiación
(robo) del histórico Ateneo de Valencia. Probablemente nunca sabremos cuantas
obras almacenadas allí jamás volverán a ser vistas.
El difunto
no se quedó ahí sino que además mandó como candidatos a gobernadores a 3
personajes que nunca han hecho vida como carabobeños: Mario Silva, Nicolás
Maduro (retirado ante la sospecha de su muerte) y el actual invisible Francisco
Ameliach.
Como ñapa
nos puso al accidental Edgardo Parra. Quién pasará a la historia como el mayor
destructor de la ciudad. Un gran contraste luego de haber tenido el mejor
alcalde de nuestra historia como lo fue Francisco “Paco” Cabrera, quien por cierto fue el gran impulsor del terno inconcluso Metro. Chavez y Parra solo lo inauguraron y no tuvieron ni la decencia de invitar al alcalde en ejercicio. Ese mismo día decidió sin ninguna consulta a los valencianos eliminar el escudo y la bandera de la ciudad. Solo caprichos sin fundamento histórico.
Desapareció
la estatua de Páez, murieron 4 toninas del Acuario, quiso vender a las
sobrevivientes, acabó con los sistemas de vialidad y servicios públicos como el
aseo y drenajes. La esquina Paseo Las Industrias, ubicado a 100 mts del
edificio dela Alcaldía es un antro de inseguridad donde abundan charleros y
malandros que agreden a transeúntes y usuarios del transporte público, el cual
por cierto no tuvo ninguna mejoría en estos años. La última gracia de este
señor fue el querer cambiar el nombre de la parroquia Miguel Peña por Hugo Chávez.
Afortunadamente se dieron cuenta que ni con eso levantaría su candidatura ni su
credibilidad en el chavismo, ya nadie habla de semejante locura. Solo propia de
personas que desconocen totalmente la identidad valenciana.
Todos estos
personajes sombríos de nuestra historia quizás nos vean con recelo por nuestro carácter,
el ser tan territorialistas aunque no lo parezca. Tenemos un alto sentido de
valencianidad, de amor legítimo por nuestra ciudad y siempre haremos algo único
para recuperarla y rescatarla de quienes vengan a tratar de pisotearnos.