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Muerte en el extranjero. ¿Qué hacer?


Todos moriremos. Tal vez, sea mañana, tal vez en un año. Tal vez seamos centenarios y muramos rompiendo un Guinnes de longevidad. Pero pasará, por si no lo sabes.
Ahora muchos de nosotros estamos fuera de Venezuela y seguirán yéndose. Ya ha sucedido, decenas de compatriotas han fallecido en accidentes, asesinatos, enfermedades y suicidios para dar paso a la corredera de qué hacer con el cuerpo. No he vivido este asunto desde cerca y me he topado con algunos datos que han reafirmado algunas de mis decisiones personales acerca de la muerte.

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Repatriar un cadáver tiene un costo que va entre los 5000 y 8000 euros, dependiendo de la cantidad de trámites a hacer, circunstancias de la muerte, papeleo que pida el país donde te fue a buscar La Parca, y por supuesto algún pago extra, por debajo de la mesa, que exija la mafia militar venezolana en el aeropuerto.
Pueden hacerse una idea del papeleo, revisando esta información tomada del Consulado de Venezuela en Madrid, España. tanto para cadáveres como para cenizas.
Yo me niego, rotunda e irrevocablemente, a que mi familia quede obligada a pagar esas cifras, que bien pueden servir para miles de cosas que necesitan los que se quedan en este plano y deban pasar por un proceso engorroso de repatriación de un cuerpo, donde, como todo en Venezuela, se compliquen las cosas por omisión, ineptitud o maldad de funcionarios del gobierno.

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Mi cadáver, a menos que contenga secretamente alguna de las Esferas del Dragón, convertidas en testículos, no tiene ningún valor. Es solo un carapacho, con fealdad in crescendo, sin alma que ya no tendrá utilidad alguna. Así que ¿para qué guardarlo bajo tierra, donde tampoco me van a ver? 
Eso de que me entierren cerca del mar en Venezuela, como dice la canción, me parece horrendo. Imaginense que alguien se esté bañando en Choroní y de pronto el oleaje me destape y me saque de la arena. Que vergüenza con esas personas, van a creer que soy un extra piedrero de The Walking Dead.

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Tomando en cuenta los costos y razones subjetivas, yo decidí, y quiero hacerlo público para evitar malentendidos, que mi cuerpo fuera cremado y mis cenizas esparcidas en el Mediterráneo, el Caribe o cualquier playa o río donde se les haga fácil trasladarse. El Parque El Retiro en Madrid, o mezcladas en el cenicero de la terraza de algún bar de por estos lados. Donde se le haga más fácil y cómodo. Si quieren conservar ese jarrón lleno de virutas mías, es cosa de ustedes, tampoco podré prohibirlo. Pero al menos ponganme en uno bonito. Odiaré si me ponen en un jarrón de abuelitas y volveré para darles material para una nueva película de Actividad Paranormal. Uno con forma de Estrella de la Muerte sería brutal. 

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No quisiera que mis seres queridos quedasen atados al ritual de ir a visitar mi cuerpo a un cementerio. Yo quiero que mi muerte sea como mi vida. Ser de todas partes, del mundo que conozco y el que nunca veré. Ser del mar donde encontré la calma y la paz tantas veces y de la tierra, la grama y las piedras donde viví varios de los pasajes más gratificantes. Además de que, echarme candela, solo cuesta entre 300 y 800 euros. La diferencia es grande.
Busquen asesoría con seguros privados y contraten alguno que ofrezca buena atención para estos casos. Será muy útil. 
Y por último, disfruten de lo hermoso de la vida, gocen de los detalles de la novedad y la rutina de nuestras existencias.